El amor que arde en mí ser
por ser hijo de una madre,
en la vida lo podre agradecer.
La cara que en los días de marea
duele hasta en el alma poner,
la pone el perfume del viento
cuando lo calza una mujer.
La valentía que tiene un hombre
nace en la lucha del vientre
anclado en los claros tempraneros
que visten el amanecer.
En este ocho de marzo,
sobran el día y el anochecer,
alzad pueblo el vuelo de la voz
que guarda el aliento de una mujer.
Que nadie os diga pulmón de la vida
lo que tenéis que hacer, que haría el
hombre sin la fuerza de una mujer.
¿Quién enseño a la vida
a llevar la palabra por escudo
y los puños bajo túnica?
Yo la llamo musa,
los demás sin embargo
mujer.
Hoy dedico la poesía
a las palabras engalanadas
en sabia y pacifica valentía,
que nos enseñaron
a los hombres a no andar
por la senda perdida.
GRACIAS
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